Feria 2025

Matar a una booklover

XXVII Premio de Novela Policiaca Francisco García Pavón de la Fiesta de las Letras - Autor Ramón Candelas

Ramón Candelas | Jueves, 21 de Agosto del 2025
{{Imagen.Descripcion}}

(Extracto)

1 Almas gemelas

No hay métodos, no hay reglas, un recorrido seña-lizado. Cada vez que comienzas una novela, es el mismo salto a lo desconocido.

Guillaume Musso

La vida secreta de los escritores 17

 

me.lee.bel

Un mes antes. Domingo, 17 de septiembre

Siguiente episodio.

To-tonnn... Netflix le mete presión para que continúe pegada a la pantalla cuarenta y cinco minutos más. La tentación es fuerte. Pereza mental igual a indigencia intelectual. En la terraza, las sombras hace rato que desaparecieron. La claridad se tiñe de tonos crepusculares. Por segunda vez, Isabel Barcelona duda. Más sofá y tercer episodio, o cama y libro. Sabe que lo segundo conviene más a su intelecto y a la lista de lectura atrasada. Y tampoco es que la serie valga gran cosa: otra de policías suecos, o daneses o noruegos, de esas que han puesto de moda las factorías televisivas. Una más de noche perenne, de inhóspitas calles heladas, de no quitarse el abrigo ni dentro de la comisaría. De polis desarraigados, atormentados por fantasmas del pasado, dispuestos a saltarse las reglas. De tipas y tipos duros, siempre un paso por detrás de los maníacos —nunca maníacas— que los llevan de cabeza.

Bel, que es como firma y como se hace llamar, lleva todo el fin de semana encerrada en su acogedor ático de salón con cocina americana, dormitorio con baño y terraza de cuatro por tres metros orientada al oeste. Sin más plan —que tampoco es mal plan— que alternar la chaise longue con la tumbona, aprovechando que los últimos días del verano hacen honor a la época. Televisión, mucha lectura y un poquito de escritura. Porque también ella hace sus pinitos. Relatos breves condenados a amontonarse en un cajón del buró. Poesías que nadie ha leído y que nadie leerá. Pensamientos, ideas, versos sueltos, microrrelatos. Mil veces ha pensado publicarlos en Instagram, entre las recomendaciones y reseñas de me.lee.bel. Mil veces ha desistido. Qué vergüenza. Además, ella se ha ganado una reputación como booklover, y sabe lo que sus seguidores esperan. A saber cómo se tomarían lo otro, los pensamientos y versos. Creerían que se va por las ramas; o peor aún, la tomarían por cursi.

Ni siquiera sus amigas conocen sus aficiones literarias, más allá de su pasión por la lectura. Tampoco es que las vea a menudo. Los trabajos, los maridos, los niños. De ciento en viento alguna se acuerda de llamar y quedan, siempre entre semana, en el rato que dura una extraescolar. Un té o una caña y a casa, a preparar cenas y baños. Verso suelto es Edurne, que desde el divorcio va en plan guerrera y suele juntarse con otras de su misma condición. Pero a Bel no le va ese rollo. Ya lo probó tras el Desastre, cuando creía haber recuperado el ánimo. Sabe lo que es que un chico le tire los tejos —porque ella, a primera vista, un poco grandona, vale, pero ni tan mal— y que luego, cuando ella le advierte de lo que hay —porque pasar el trago luego, en la intimidad, eso ni hablar—, el fulano desaparezca tras una inopinada urgencia urinaria.

Pasa de llevarse otro bochorno.

Un súbito arranque de decisión la sorprende a sí misma. A la mierda la tele alie-nadora. Cama y libro, punto. Se levanta con pesadez. Cuesta sacudirse la galbana de los huesos, de los músculos, de la piel. Cuesta, porque meterse en la cama un domingo es hacerse la idea de que se acaba el fin de semana; otro más sin pena ni gloria.

Y cuesta, sobre todo, porque antes hay que pasar por el baño y enfrentar el espejo.

Al principio no era capaz. La nausea le podía. Las lágrimas la desbordaban. Los mocos la atragantaban. El cuerpo que se reflejaba en el azogue no era el suyo. Cuatro años después puede decir que lo va superando, pero siempre da vértigo desabotonarse la blusa. Por encima del sujetador apenas se nota. Hay que fijarse bien en el confín de la axila derecha, donde la piel se ve tirante, cerúlea, sin brillo.

Hace años que Bel no sonríe.

Camiseta veraniega fuera. Traga saliva. Sujetador fuera. El indeseado vacío en que se ha convertido una parte antes opulenta de sí misma se burla con su habitual mueca torcida, a modo de desfigurada sonrisa de labios apretados. Bel no puede evitar una lá-grima.

Hace años que el llanto es su compañero de cama.

Sopesa con la copa de la mano el pecho izquierdo: espléndido, todavía altivo, de recatada blancura, areola sonrosada y sensible pezón. Un pecho hermoso, otrora siempre bronceado en verano, cuando ella lo lucía en playas y piscinas, junto a su hermano simétrico, con desinhibido orgullo.

Hunde en la carne mórbida las yemas de los dedos con prevención. Toquetea aquí y allá con delicadeza, buscando mientras contiene el aliento. Solo cuando se convence de que no hay nada anormal se lava los dientes. Un minuto. Dos minutos. En el minuto tres, la balda de los cosméticos le hace arrugar la nariz. Pasa un dedo. Puaj. ¿En qué pensaba durante la limpieza del sábado? Se enjuaga. No se desmaquilla porque hoy no se ha maquillado. Para qué. Una mano de crema hidratante y a correr.

Aún perdura el olor a sopa de cocido recalentada en la cocina. Junto al fregadero, donde llena un vaso de agua para llevárselo a la mesita de noche, dos cascos vacíos de blanco verdejo aguardan su turno de reciclado. El saldo negativo, suspira, de un solitario fin de semana. En el dormitorio deshecha el pijama de tirantes y pantaloncito corto. Se pone uno largo, que la noche anterior fue destemplada, y se mete entre las sábanas con el móvil y con el autor que constituye su último descubrimiento.

Hace tiempo que decidió dar una vuelta de tuerca a su actividad como booksta-gramer. Por algo es una de las más antiguas y la número uno del país en cuanto a seguidores. Pero sus colegas en la red social se replican unas a otras como las olas del mar. Los mismos libros, los mismos autores, las mismas reseñas se repiten una y otra vez. Normal: lo bueno gusta a la mayoría. Pero también lo menos bueno, si está de moda; y ella, hastiada de la corriente general, se ha propuesto diferenciarse: nada de retos masivos, de fechas acuciantes, de interminables maratones con la lengua fuera. Seleccionará más sus lecturas; leerá menos, si es necesario, pero leerá original.

En ese sentido, Nathan Gillet se ha convertido en una revelación: inédito en España, superventas en los países de habla francófona, desconcertante narrador noir, astuto trenzador de intrigas y hábil caracterizador de personajes poco convencionales. Retrato de un alma triste es el tercer Gillet seguido que devora. Lo hace en francés, idioma que más o menos controla, sabedora —contactos que tiene una— de que el Grupo Ilión, la tercera editorial del país por detrás de Penguin y Planeta, prepara la traducción de sus obras. Y cuando eso ocurra, ella estará lista para reseñarlas en primicia.

Dios, cómo le gusta su afición. (...)

173 usuarios han visto esta noticia
Comentarios

Debe Iniciar Sesión para comentar

{{userSocial.nombreUsuario}}
{{comentario.usuario.nombreUsuario}} - {{comentario.fechaAmigable}}

{{comentario.contenido}}

Eliminar Comentario

{{comentariohijo.usuario.nombreUsuario}} - {{comentariohijo.fechaAmigable}}

"{{comentariohijo.contenido}}"

Eliminar Comentario

Haga click para iniciar sesion con

facebook
Instagram
Google+
Twitter

Haga click para iniciar sesion con

facebook
Instagram
Google+
Twitter
  • {{obligatorio}}